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¿Vale la pena emprender en Colombia?
Por: Sandra Loaiza – Coach de emprendedores con enfoque verde y sostenible. Noviembre de 2021.
Esa es la pregunta que se hacen miles de jóvenes colombianos que egresan de sus universidades y luego de intentarlo repetidamente, no encuentran un empleo decente en su área o disciplina de conocimiento. Y es que emprender se convirtió en la alternativa, cuando de sobrevivencia económica se trata. La pregunta importante que surge a continuación es ¿si estos emprendimientos realmente tienen alguna posibilidad de crecer, de escalar?; para que estos realmente se conviertan en empresas prósperas, que puedan impactar positivamente los territorios y ayuden a resolver los problemas sociales y ambientales de nuestra sociedad.
Según el Informe GUESSS (Global University Entrepreneurial Spirit Students’ Survey) publicado el pasado 11 de octubre, el 37% de los universitarios colombianos desean emprender apenas egresen y el 57% lo harán (5) años después, una intención emprendedora superada solo en LATAM por Ecuador, República Dominicana y México.
Y si de emprendimiento sostenible se trata, Colombia presenta condiciones muy favorables. El creciente interés en la producción orgánica y agroecológica, cuya demanda se acelera en el mundo; la generación de energía a partir de fuentes no convencionales, el aprovechamiento y valoración de residuos orgánicos e inorgánicos, especialmente de aquellos provenientes de desperdicios industriales y del agro; el ecoturismo y el biocomercio, son algunos de los ejemplos más destacables.
Todo este panorama solo podría ser opacado por el “miedo al fracaso”, el cual luego de la crisis económica de los últimos dos años, pasó del (27,7%) en el 2018 al (39,5%) en el 2020, según el GEM (Global Entrepreneurship Monitor – Colombia), también publicado este año. Si bien el miedo al fracaso en Colombia, es inferior al del resto de América Latina (44,1%), existen preocupaciones claras en los emprendedores, especialmente en las provincias, donde los apoyos gubernamentales se tardan mucho en llegar o incluso, no llegan. Aspectos claves como el acceso a la financiación en etapa temprana (capital semilla y ángel), la carga tributaria de orden nacional y territorial aplicada a los negocios y el fenómeno de la corrupción, son temas que preocupan enormemente a aquellos que desean emprender.
Pese a lo anterior, parece que la resiliencia adquirida por los colombianos, favorece los propósitos de emprender y más allá de la expectativa de misma de sobrevivencia, son cada vez más los profesionales que innovan en negocios, apoyados en su conocimiento y respaldados por la experiencia adquirida. El país no estaba equivocado al afirmar, que era necesario trabajar para estimular en los profesionales un emprendimiento enfocado hacia la “oportunidad”, pero soportado idealmente en lo científico y tecnológico.
No cabe duda entonces, que las posibilidades para de Colombia respecto al emprendimiento innovador y sostenible, son fascinantes. Se requiere más apoyo estatal, fortaleciendo con hechos concretos un Plan Nacional de Negocios Verdes, que ya cumple siete años y que gracias al esfuerzo de Minambiente y de las CARs, todavía se encuentra vigente.
Finalmente, solo queda señalar, que se están gestando las condiciones para que los profesionales, especialmente los administradores ambientales, aprovechen las múltiples opciones en materia de emprendimiento innovador y sostenible, las cuales pueden ser identificadas ampliamente, dentro de su quehacer profesional. Enfoques, cuya diversidad los ubica en sectores clave de la economía nacional, para que los nuevos negocios emergentes, sean desarrollados tanto en el campo, como en las ciudades y cuyas opciones de mercado puedan ser favorecidas, gracias a nuevas normativas, como la relacionada con la formalización de las “Empresas BIC: Sociedades comerciales de beneficio e interés colectivo”, las cuales prometen transformar positivamente la cultura emprendedora del país, al incorporar las responsabilidades sociales y ambientales, al ADN de los negocios.